Charrúa y Queguay: el regreso del caballo criollo contado en una historia real e inolvidable

Una travesía épica a caballo unió América y Europa de la mano del cantor argentino Alberto Baretta. Recorrió 22.000 km con dos criollos uruguayos, Charrúa y Queguay, en una hazaña reconstruida por Danilo Scirgalea en el libro “El regreso del caballo criollo a España”, presentado en la Biblioteca Municipal.

Somos de a Caballo 07 de noviembre de 2025Laura PereyraLaura Pereyra

Una historia de coraje, amistad y raíces se presentó este viernes en la Biblioteca Municipal. Se trata del libro “El regreso del caballo criollo a España”, del escritor Danilo Scirgalea, que rescata y pone en valor una hazaña tan real como increíble: la travesía de Alberto Baretta, un cantor argentino que recorrió más de 22.000 kilómetros a caballo durante seis años, desde Uruguay hasta Europa.

Este viaje no fue común. Fue el regreso simbólico del caballo criollo —nacido en América y descendiente del andaluz— al continente europeo. Una forma poética y profunda de cerrar un círculo de historia y cultura que empezó hace más de 400 años, cuando los primeros caballos llegaron a estas tierras.

Todo comenzó en Paysandú, una noche de carnaval, cuando Washington Rodríguez, amigo de Baretta, lo presentó a Don Humberto Guelvenzú, dueño del bar El Popular. Entre guitarras, vino y charlas de madrugada, nació un compromiso: Guelvenzú facilitaría dos caballos criollos para una aventura sin precedentes. Así llegaron Charrúa y Queguay, caballos de la colonia uruguaya de Guichón, que se convirtieron en compañeros inseparables de Baretta.

El 24 de agosto de 1971, Baretta partió desde Uruguay. En el camino, cruzó América, llegó a Estados Unidos, y desde allí embarcó rumbo a España. Finalmente, en febrero de 1977, ingresó montado en Queguay a la emblemática Plaza Mayor de Madrid. Sin armas, sin dinero, sin patrocinadores. Solo con su guitarra, su fe y un mensaje: reivindicar el valor del caballo criollo, la historia americana y la identidad de los pueblos.

Durante el viaje, Baretta visitó escuelas, actuó en salones por voluntad, compartió historias y enseñanzas. Fue una travesía hecha con el corazón, sin fines comerciales, impulsada únicamente por la pasión y el compromiso con su tierra y su cultura.

En la presentación del libro, Scirgalea explicó que le llevó más de diez años reconstruir esta historia real, recogiendo testimonios, documentos y memorias. “Esto no es una novela”, aclaró. “Es una historia pura, dura, nuestra. Una historia de los sanduceros, de los orientales, de todos”.

El relato también reconoce el papel clave de don Humberto Guelvenzú, quien, más allá de prestar los caballos, cargó con las críticas, las dudas y el escepticismo de quienes no creían en la hazaña. “Mientras Baretta cabalgaba el mundo, Humberto aguantaba el peso de las maledicencias aquí”, recordó emocionado Washington Rodríguez.

Hoy, al igual que recordamos a los míticos Gato y Mancha, queda claro que hay lugar en nuestro corazón para Charrúa y Queguay, y para el hombre que los guió por el mundo con un sueño criollo a flor de piel.

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