“Un país más justo empieza con un rancho menos”: la historia que conmovió al Prado 2025

En su primera participación en la Expo Prado, la organización Cireneos impactó con un stand que no mostró maquinaria ni genética, sino una realidad que aún duele: los ranchos. Su proyecto “Rancho Cero” ya cambió la vida de más de 120 familias y busca que la dignidad sea el piso mínimo para todos.

Informe Especial 09 de septiembre de 2025Laura PereyraLaura Pereyra
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Rancho Cero, emprendida por Cireneos, una obra solidaria de alta relevancia, presente en la Rural del Prado

Del rancho al hogar: cuando la dignidad se planta en la Expo

Mientras los ojos del país miraban genética, maquinaria y espectáculos en la Expo Prado 2025, un pequeño stand logró lo inesperado: detener el paso de cientos de visitantes con una pregunta silenciosa pero poderosa. ¿Qué significa tener un hogar?

La organización Cireneos participó por primera vez en la exposición gracias a la invitación de la Asociación Rural del Uruguay, y lo hizo con un mensaje claro y demoledor: “Un país más justo empieza con un rancho menos”.

Su proyecto, Rancho Cero, mostró en dos mitades contrastantes lo que muchas veces no se quiere ver: de un lado, un rancho precario de lata y cartón, con cables colgando y barro en la entrada. Del otro, una vivienda seca, segura y digna. Un “antes y después” tan visual como simbólico.

“El objetivo era que se sintiera la diferencia, que la gente viera cómo cambia todo con un techo que no se llueve”, explicó el padre Juan Andrés “Gordo” Verde, referente de Cireneos. “Porque no se trata solo de paredes: se trata de salud, de educación, de autoestima. Una vivienda digna lo cambia todo.”

Y los números respaldan esa transformación. En apenas ocho años, Cireneos ya entregó más de 120 soluciones habitacionales de transición, realojó a 42 familias, y acompañó a más de 350 en procesos de relocalización en distintos puntos del país. Trabajan en Salto, Rivera, Tacuarembó, Canelones, San José, Melo, Montevideo… y también Paysandú, donde instituciones como el colegio San Francisco han sumado manos y corazones.

“No se trata de reemplazar al Estado —aclara Verde—, sino de no dejar que el ‘mientras tanto’ se convierta en una condena. Los niños no pueden seguir creciendo en un rancho.”

La presencia en el Prado fue también una muestra de cómo el campo y la ciudad pueden encontrarse desde la empatía, construyendo puentes más allá de lo económico o lo productivo. Y ese puente también se construye con alianzas estratégicas: voluntarios, fundaciones, empresas privadas, y gestos tan creativos como entradas a recitales que se convierten en materiales de construcción.

“Cada ladrillo cuenta —dice Verde— pero más aún cada conciencia que se despierta. No podemos naturalizar lo que está mal.”

Porque la pobreza extrema no es un problema lejano. Está más cerca de lo que parece. Y la esperanza también.

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